LA GRAN MENTIRA DEL: «si tuviera tiempo»

¿Cuántas veces hemos dicho, casi sin pensar, «si tuviera tiempo, lo haría»? 
Es como si esas palabras se hubieran convertido en un mantra moderno, en una excusa que repetimos una y otra vez para justificar lo que no hacemos, lo que postergamos, lo que no nos atrevemos a enfrentar. 

Decimos «si tuviera tiempo» como si el tiempo fuera ese bien escaso que alguien más controla, como si la vida se tratara de un juego de espera, donde el tiempo adecuado simplemente aún no ha llegado. 

Pero, ¿y si te dijera que «si tuviera tiempo» es una mentira que nos contamos a nosotros mismos? Que esa frase es una pantalla detrás de la cual escondemos nuestros miedos, nuestras dudas, nuestras inseguridades. 

Porque la verdad, aunque a veces duele admitirla, es que siempre encontramos tiempo para lo que en realidad importa, para lo que de verdad nos mueve por dentro. El tiempo es un espejo, un reflejo de nuestras prioridades, de lo que valoramos en lo más profundo. 

Cuando decimos que no tenemos tiempo, lo que estamos diciendo es que eso, eso que decimos querer hacer, no está tan alto en nuestra lista de prioridades. Y eso está bien, no se trata de juzgarnos ni de castigarnos. Se trata de ser honestos con nosotros mismos, de mirar de frente la verdad y dejar de escondernos detrás de excusas cómodas. 

El «si tuviera tiempo» es como una manta que nos arropa en la zona de confort, que nos protege de la incomodidad de tomar decisiones, de enfrentarnos a lo que queremos y necesitamos. Porque, claro, es más fácil decir que no tienes tiempo para escribir, para meditar, para aprender algo nuevo, que admitir que quizá lo que te falta no es tiempo, sino valor. Valor para empezar, para ser constante, para enfrentarte a la posibilidad de fallar o de no ser tan bueno como quisieras. 

Pero aquí está la verdad: el tiempo no es el problema. El tiempo siempre está ahí, fluyendo, esperando a que decidamos cómo usarlo. Lo que necesitamos no es más tiempo, sino más claridad, más honestidad con nosotros mismos. Necesitamos aprender a mirar nuestras prioridades de frente y decidir, con el corazón en la mano, qué es lo que deseamos y queremos hacer con nuestra vida. 

¿Y si en lugar de decir «si tuviera tiempo», dijéramos «esto no es una prioridad para mí ahora mismo»? ¿Cómo cambiaría eso nuestra perspectiva? Es probable que esa verdad nos incomode al principio, sin embargo, también nos dará poder. 

Cuando dejas de culpar al tiempo, empiezas a asumir la responsabilidad de tu vida, de tus elecciones y de cómo decides invertir cada uno de esos minutos que componen tu día. No se trata de hacer más cosas, de llenar tu agenda de actividades que te hagan sentir productivo. Se trata de elegir de manera consciente lo que te nutre, lo que de verdad resuena con tu ser y lo que te hace sentir vivo. Y cuando encuentras eso, cuando te das cuenta de lo que en realidad importa, el tiempo deja de ser una excusa, ya que, entonces, haces espacio, creas tiempo, te organizas de manera diferente y descubres que el tiempo, ese que decías no tener, siempre estuvo ahí, esperándote a que decidieras utilizarlo con intención. 

La próxima vez que estés tentado a decir «si tuviera tiempo», detente. Reflexiona. Pregúntate si realmente es una cuestión de tiempo o si es algo más lo que te detiene. 

Ten en cuenta algo muy importante: el tiempo no es el enemigo. El verdadero reto es aprender a vivir con la honestidad de saber lo que de verdad importa y actuar en consecuencia.

Comentarios

Entradas populares